Pero es que le gusta mucho, tanto que a veces no mide las consecuencias. En Twitter soy @eztabai, llevo ya diez años en la red del pajarito y entré para discutir como mi nick indica, pero siempre he sido un polemista con cabeza, esto es, nunca (o casi nunca) he caído en el ad hominem, la descalificación personal. En mi entorno de amistades he visto todo tipo de actitudes, gente que discutía con inteligencia, que daba cortes, hoy zascas, con un estilo encomiable. Había otro tipo de gente a la que era muy fácil calentarle la boca y perdía los papeles con estrépito, mientras otra gente callaba o hacía de clac del ingenio ajeno o se dedicaban al escarnio del vencido. También había gente que defendía lo indefendible, que en un mundo sin Internet, aseguraban haber leído en algún sitio un dato disparatado que insultaba la inteligencia del resto de la cuadrilla. Y después llegó el programa que lo cambió todo, Crónicas marcianas. Sobre esto de los debates ya escribí hace un tiempo aquí, pinchen, vayan, lean y vuelvan.
Después de debatir, hay otro tipo de actitudes que también hablan de nuestro interior, y así, hay personas que olvidan, pero lo hacen del todo, no sólo de las barbaridades que han ladrado en plena trifulca, sino hasta de los argumentos que han utilizado, muy al estilo de Groucho Marx, eso de los principios y tal. Esta gente es lo más parecido a Atila, son polemistas que por donde pasan arrasan, no controlan y después creen que todo se soluciona pidiendo perdón, ¡ay, maldita moral judeocristiana!
Me molesta la violencia dialéctica, probablemente yo era así en la veintena, pero aquello pasó como un mal catarro y ahora me he moderado. Conseguí hacer algo que ahora hemos visto en la películas, en el momento de la conversación donde la cosa se acalora, soy capaz de salir de mi cuerpo y verme discutiendo, puedo ver cómo está afectando eso a mis gestos y notar las consecuencias que tiene en el ánimo de los que escuchan o toman parte en la bronca. No siempre me funciona aunque cada vez lo hago mejor, y oigan, es mucho más sano que el discutir a degüello.
Ahora estoy llevando un taller de ajedrez con ocho infantes, les he aleccionado para que empiecen las partidas con un apretón de manos y que las acaben con otro bostekoa (apretón de manos en euskera), y eso aunque hayan sufrido una humillación terrible y perdido todas las piezas, o aunque estén muy cabreados/as con un fallo tonto donde les han birlado la dama. El ajedrez puede ser una escuela de lo humano además de un juego en 64 casillas, puede que así aprendan a respetar y a respetarse en ese diálogo silencioso que es el movimiento de piezas. Ojalá también discutan así, con diferentes opiniones, sí, con diferentes visiones del mismo hecho, también, pero siempre respetando los turnos (como en el ajedrez), y respetando también a la persona que tienen enfrente. Ah, y no, no todo se arregla con un perdón a posteriori, piensa antes en que tus exabruptos se le van a quedar grabados en la mente y en el corazón al que en ese momento es tu oponente. Y puede ser que sea para siempre.